Cuerpos. Las otras vidas del cadáver: un ensayo macabro y divertido

  • Título: Cuerpos. Las otras vidas del cadáver
  • Autora: Erica Couto-Ferreira
  • Editorial: cuatro lunas
  • Formato: rústica con solapas
  • Disponible en e-book: no
  • Nº de páginas: 361
  • Ilustración de cubierta: Le penseur, por Jean-PIerre Lavoie
  • Fecha de publicación: septiembre de 2023
  • Fecha de lectura: marzo de 2024
  • Enlace de compra: todostuslibros.com

Este último año le he cogido el gusto a intercalar ensayos entre mis lecturas de ficción. Y como en este blog escribo sobre libros que me han gustado, inauguro esta nueva sección, dedicada al ensayo o libros de no-ficción, con esta reedición de Cuerpos. Las otras vidas del cadáver, de Erica Couto-Ferreira (su primera edición es de 2017, en la editorial GasMask).

En este libro, la autora propone una reflexión sobre nuestra relación con la muerte huyendo de todo matiz religioso o espiritual y centrándose, por el contrario, en la materialidad del cuerpo muerto: el cadáver. El tema puede parecer macabro pero no deja de ser ley de vida que todos vamos a morir y que vamos a dejar que aquellos que nos sobrevivan hagan lo que les plazca con nuestros restos –¿cómo impedirlo, si estamos muertos?– Una parte del libro se centra precisamente en la gran variedad de «posibilidades» de procesamiento de cadáveres a lo largo de la historia. Pero en realidad el enfoque es mucho más amplio.

La estructura

Cuerpos. Las otras vidas del cadáver tiene cuatro grandes capítulos –además de uno introductorio– dedicados a temas que pueden parecer diversos pero que tienen en común precisamente eso: los cadáveres, la materia inerte que una vez contuvo vida.

Así, el segundo capítulo habla de la tanatopraxia a lo largo de la historia pero, al contrario de lo que cabría esperar, no se centra en los usos y costumbres más habituales en cada época y lugar, sino precisamente en las excepciones, los casos que, por curiosos o por su relevancia histórica, merece la pena reseñar. Así, iremos desde los cuerpos incorruptos y reliquias de santos, pasando por los gabinetes anatómicos de los siglos XVIII y XIX y los precursores de las actuales técnicas de embalsamamiento, hasta las futuristas propuestas de criogenización y joyificación.

El tercer capítulo se dedica a los petrificadores, una serie de científicos que, en el siglo XIX, quisieron ir más allá en las técnicas de conservación de cadáveres y, lejos de conformarse con embalsamar o momificar, buscando la mayor durabilidad y la preservación eterna investigaron la forma de convertirlos en… piedra.

El cuarto capítulo se centra en una figura clave cuando de fabricar cadáveres se trata: el verdugo. Algunos han pasado a la posteridad por diferentes motivos y Couto-Ferreira nos presenta a unos cuantos que dejaron testimonios escritos sobre los detalles de su profesión e, incluso, sus opiniones acerca de la pena de muerte.

Por último, el quinto capítulo está dedicado a la figura del vampiro e incluye una breve pero muy interesante disertación sobre las distintas concepciones del mismo según épocas y lugares. A priori, puede parecer que esta figura se aleja un poco del tema principal del libro –para la mayoría, un vampiro es, precisamente, un no-muerto–, pero en realidad tiene mucho que ver.

Erica Couto-Ferreira

Mi experiencia lectora

Llamadme morbosa, pero yo me lo pasé pipa leyendo este libro. En el apartado anterior comenté la organización de los capítulos a grandes rasgos, pero eso no le hace justicia a la obra. Cada sección, además de situar al lector en el contexto histórico y socio-político correspondiente, está compuesta por una selección de casos reales y notas biográficas de personajes históricos, documentadas en textos de cada época, llenas de datos curiosos, sorprendentes y, en algunos casos, muy perturbadores.

Estas historias que nos cuenta la autora son un jardín de las delicias para una lectora curiosa como yo o como tú. Por ejemplo, ¿sabías que el corazón de Ricardo Corazón de León, entre otros personajes ilustres, fue embalsamado y enterrado aparte del resto del cuerpo, siguiendo una costumbre de la época? ¿O que aún se conservan restos de cadáveres genuinamente petrificados por Girolamo Segato, que se llevó el secreto de su técnica a la tumba al morir en 1836? ¿Que en la exposición universal de Viena, en 1873, se presentaron los hornos crematorios como el último grito de la técnica, además de «preparados» pretendidamente artísticos realizados con tejidos humanos? ¿O cuáles fueron los casos documentados de vampirismo en Europa?

Entre estas historias anecdóticas destacaré una que me gustó especialmente por mi experiencia como profesora universitaria, acostumbrada a disfrutar siempre de un buen debate académico: la disputa entre los profesores Comi y Zanon, «por opúsculo interpuesto», pretendiendo ambos haber reproducido la técnica de petrificación de Segato y erigirse así en su legítimo sucesor. Haré un mini-spoiler, pero la técnica de petrificación del Girolamo Segato sigue siendo, aún hoy, una incógnita.

Hay muchas otras anécdotas que han llamado poderosamente mi atención, esta vez por mi otra vertiente, la de aficionada a la literatura. Algunas son referencias literarias propuestas por la propia autora, como la costumbre de embalsamar a las niñas muertas y conservarlas en cajas de cristal –costumbre que yo desconocía–, que dirige directamente al cuento de Blancanieves; o las referencias de varios autores celebérrimos del siglo XIX –Dickens, Dumas padre, Byron– a ejecuciones llevadas a cabo por Mastro Titta, el verdugo papal de Roma entre 1796 y 1859, aproximadamente.

Pero hay otras conexiones literarias que se han formado en mi mente, como el regalo que el petrificador Efisio Marini le hizo a Napoleón III en la Exposición Universal de Viena en 1873: una mesa realizada con tejidos humanos petrificados. No me digas que esto no es digno del más puro weird. De hecho, ahora me pregunto si Santiago Eximeno se habrá inspirado en esta historia para escribir su relato Mesa –publicado en el número 1 de la revista Tantrum (2018) y en la antología De la carne (Impresiones privadas, 2019)–, aunque seguro que no. Solo son conexiones mentales que surgen solas, al hilo de la lectura.

Y como simple curiosidad, pero que no me puedo resistir a compartir contigo, la lectura de este libro me llevó a constatar que en realidad es cierto algo que yo pensaba que era una leyenda urbana propia de mi Facultad. Mi profesor de Historia de las doctrinas económicas –y más tarde compañero de trabajo–, Víctor, al hablarnos del utilitarismo, a nosotros y a todas las generaciones de estudiantes que vinieron detrás, nunca olvidaba comentarnos que el cuerpo de Jeremy Bentham (1748-1832), padre de dicha escuela filosófica, había sido embalsamado y permanecía expuesto en el hall del University College of London, su Facultad. Como Víctor era muy socarrón, siempre pensé que lo de que lo hubieran embalsamado pasaba, pero lo de que estuviera expuesto…

El cuerpo de Jeremy Bentham, con una cabeza de cera y su auténtica cabeza momificada a sus pies

Pues al leer Cuerpos. Las otras vidas del cadáver, me acordé de esta anécdota, empezó a cuadrarme el furor embalsamador de la época con el deseo de Bentham de ser diseccionado y procesado, así que realicé una sencilla búsqueda en Internet que confirmó la veracidad de la historia. Y alguna curiosidad más, como que la cabeza momificada tuvo que ser retirada y guardada a buen recaudo, debido al negro sentido del humor de los estudiantes londinenses. Si de otras vidas hablamos, la del cadáver de Jeremy Bentham sí que tiene que haber sido divertida.

Por último, el libro contiene, además de un texto interesante, entretenido y plagado de curiosidades macabras, morbosas y divertidas, una cantidad considerable de materiales gráficos, entre los que hay fotografías –muchas fotos de cadáveres procesados, aviso a estómagos sensibles–, ilustraciones, reproducciones de cuadros y textos, etc.

En resumen, un ensayo estructurado en cuatro partes monográficas y compuesto por episodios escogidos y representativos de la evolución de la tanatopraxia a lo largo de la historia, la petrificación, la figura del verdugo y la realidad histórica del vampiro, con abundantes referencias literarias e interesante material gráfico. Su lectura resulta siempre amena, a veces sorprendente y otras francamente divertida, a pesar de la presunta seriedad del tema.

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