
- Título: La simiente de la esquirla (El hueco al final del mundo I)
- Autor: Rodolfo Martínez
- Editorial: Sportula
- Formato: rústica con solapas, e-book
- Nº de páginas: 463
- Fecha de publicación: enero de 2020
- Fecha de lectura: febrero 2020
- Ilustración de cubierta: PREZ
- Enlace de compra: web de la editorial
Reseña de Darío D. Anzalone
Vamos a empezar duro la reseña:
La Simiente de la Esquirla no es ciencia ficción
Y seguimos:
No ha venido a revolucionar el género
Después de estos dos crochets, saltemos directamente a la conclusión, buscando el K.O.:
La Simiente de la Esquirla es una novela estupenda, un primer paso excelente para una tetralogía que tiene pinta de ser muy recomendable.
Vaya comeback, ¿eh? Después de este inicio algo tramposo, de estos titulares buscando el clickbait, vamos con el desarrollo de estos y otros puntos, a fin de dar una imagen lo más completa posible sobre la novela de Rodolfo Martínez. O, más bien, de la opinión sobre la misma del que escribe estas líneas. Al fin y al cabo, hay tantas novelas dentro de cada novela como lectores la disfrutan.
Vamos con la primera sentencia. La simiente de la esquirla no es ciencia ficción. O sí. Más bien, lo es tanto como pueda serlo Star Wars…y la antigüedad de esa discusión se mide en eones (normales, no extraños). Las etiquetas literarias sirven tanto o tan poco como queramos, y tienen más relación con lo que cada uno entendemos al usarlas. No me parecen muy relevantes de por sí, pero sí que es importante explicar qué te vas a encontrar en la novela de Martinez.
No hay grandes disquisiciones sobre cómo la tecnología del futuro afectará a lo que supone ser humano, o sobre las posibilidades y consecuencias del viaje generacional entre planetas, o sobre la lingüística de dos especies que nos son tan ajenas que ni siquiera los conceptos son iguales. No es, en definitiva, CF hard.
Es una gran aventura en un escenario futurista, con IAs, armas de fuego y motos gravitatorias. Ni siquiera hay naves, así que es una especie de Space Opera urbana, o más bien continental, dado que se desarrolla en todo un continente. Podrías cambiar los tikotabaré (armas supertecnológicas cuerpo a cuerpo) por espadas mágicas, las naciones por reinos y a Cegé (una IA con mucho protagonismo) por un mago, y la historia seguiría funcionando…Lo cual dice mucho y bueno de la propia historia, que tiene poder por si misma. La novela la podemos llamar Space Opera urbana, ciencia ficción soft o fantaciencia, pero más o menos está claro lo que te puedes encontrar en cuanto al escenario.
Ahora la segunda. Esta novela no va a revolucionar el género. Ni falta que le hace, añadiría. Como lector, a veces me encuentro con determinadas obras que buscan claramente explorar los límites de un género, jugando con distintos elementos: tal vez un narrador no fiable, o una estructura temporal enrevesada, o buscando una ambientación alejada de lo habitual. Y eso esta muy bien, pues a veces es necesario hacer nuevos caminos. Pero muchas de estas novelas requieren de un esfuerzo extra por parte del lector, por predisponerse a su juego, o por tener que hacer un estudio profundo de sus palabras para entender lo que está pasando. O incluso por asumir que hay cuestiones que el autor no aclarará y tendrá que resolverlas por su cuenta o quedarse con las ganas.

Y, aunque probablemente sea por el tipo de lector que soy, a menudo lo que quiero son novelas que tal vez transiten por caminos ya recorridos, pero que lo hagan bien. Es decir, que en vez de buscar una nueva narrativa pretendan afinar y mejorar una ya existente. Entregar un producto excelente, aunque no sea el más innovador.
Y creo que esto es lo que hace Martínez con este principio de tetralogía. Este autor tiene ya un montón de obras publicadas –y premiadas–, lleva años escribiendo narrativa fantástica y se le nota. Lo imagino como un artesano de la escritura, como un trabajador de las palabras. Como buen artesano, conoce sus herramientas, las cuida y sabe usarlas. Dentro de esa imaginaria caja de herramientas podemos encontrar, por ejemplo, diversos tropos habituales:
- El rudo vigilante/guerrero acostumbrado a pelear solo, parco en emociones y palabras, que en el fondo tiene un corazón tierno.
- La princesa que a pesar de crecer rodeada de atenciones y riquezas, se ha entrenado sin descanso en combate y es una idealista de la justicia.
- La ruda teniente de policía preocupada por sus hombres en vez de por trepar en el organigrama.
El quid de la cuestión es que Martínez hace que estos tropos funcionen. De por sí no son malos, y es normal usarlos. Lo que no es tan fácil es encajarlos perfectamente en una trama y que al lector no le resulten ni fuera de lugar ni hipertrillados. Como ejemplo de esto, recuerdo una escena en la que una niña agradece al rudo vigilante sus acciones. Sabes desde el principio más o menos lo que va a pasar en esos momentos, pero aun así te descubres al borde de las lágrimas, emocionado. Eso implica que el autor maneja con soltura su prosa para provocar las emociones que busca en el lector.
A pesar de lo comentado sobre un estilo de narrativa ya existente, la novela en sí no se siente como algo repetido mil veces, y eso es por dos motivos. El primero son sus tramas. Como en casi todas las grandes sagas, hay varios personajes y puntos de vista, y pronto las historias se ramifican y amplían. Muchas, probablemente, poniendo raíces cuyos frutos se verán en los demás libros de la saga. Los giros y revelaciones que se van sucediendo no son previsibles, lo que lleva a que se mantenga el interés por saber qué pasa después.
El segundo motivo es la representación. Esto es una saga de Space Urban Opera clásica, pero escrita en el siglo XXI, donde las sensibilidades y los gustos han cambiado y ya no se admiten obras donde solo se representa a una parte muy pequeña de la sociedad, muy blanca, muy masculina y muy heterosexual.

En La Simiente de la Esquirla hay mujeres que no son floreros, hay varias inclinaciones sexoafectivas, hay diferentes razas, y todo ello está encajado con normalidad en el trasfondo de la novela. Hay incluso una representación interesante de seres humanos de género fluido (creo). Por decirlo de alguna manera, el libro no huele a cerrado, cosa que por desgracia aún pasa bastante en obras de reciente publicación.
Hay que mencionar también la prosa en sí del autor. Es ágil, no demasiado extensa en descripciones, lo que lleva a que la novela no se haga pesada en ningún momento. Además, las tramas avanzan con rapidez, cosa que yo en general agradezco. Hay pocos pasajes estáticos y siempre están pasando cosas, lo cual le sienta muy bien a una narración de este tamaño. Es, como se suele decir, un pasapáginas.
El autor es igualmente hábil a la hora del diálogo, donde brillan especialmente los de tono sarcástico, habituales de Cegé, la IA comentada antes, que es básicamente una roba-escenas.
Por último, resulta interesante el concepto de multiverso que maneja Martínez, de donde surge el antagonista principal (o uno de ellos al menos). A falta de ver cómo se desarrolla en futuras entregas, la máquina que lo emplea y su manera de extraer energía generan el suficiente sentido de la maravilla para que apetezca saber más. Mención especial merece el párrafo de lo que es prácticamente meta-literatura que se marca Martínez a cuenta de los multiversos. Reconozco con cierta vergüenza que no pillé todas las referencias, pero aún así me pareció simpático.
En resumen, y aunque las sagas hay que valorarlas en su conjunto (pues la historia que cuentan se desparrama por todos los volúmenes), La Simiente de la Esquirla es un excelente comienzo. Es una buena pieza de artesanía: solida, bien narrada, y que da lo que promete. Aventuras, tramas interesantes y acción en un decorado llamativo y variado, con personajes clásicos actualizados correctamente. Garantiza horas de evasión.
No sé vosotros, pero desde luego eso es lo que yo le pido a una buena novela. Ahora, a esperar el resto de la saga. Esperemos que el autor no nos haga un Martin…