
- Título: Benceno en la piel
- Autor: Román Sanz Mouta
- Editorial: Maluma
- Formato: rústica con solapas
- Nº de páginas: 153
- Fecha de publicación: noviembre 2019
- Fecha de lectura: marzo 2020
- Diseño de cubierta: GReal
- Enlace de compra: web de la editorial
Hoy te voy a hablar de un libro diferente. Probablemente no es un libro sobre el que hayas leído muchas reseñas ni hayas visto muchos tweets de lectores con fotos y comentarios. Es uno de esos libros que no aparecen por el circuito mainstreem del fandom, pero que merece una oportunidad.
No voy a decir que sea una obra maestra ni que me parezca una lectura obligatoria, porque encuentro que tiene algunos aspectos mejorables. Pero sí es un libro que me ha sorprendido gratamente, y en seguida te cuento por qué.
Tengo que reconocer que si le di la oportunidad a Benceno en la piel fue porque la acción se desarrolla en Gijón y en plena Semana Negra, el evento lúdico-literario –aunque últimamente más lo primero que lo segundo– que se viene celebrando cada año en mi ciudad desde 1988. Eso y que trata sobre un virus artificial que se ceba en la ciudad. Los virus, pandemias, zombies, etc. eran de mis temas favoritos –hasta que me ha tocado vivirlo en directo, claro.

Si soy sincera, no esperaba gran cosa de una premisa como esta. Un poco de entretenimiento ligero, una historia mil veces contada con algún toque original y nada más. Bueno, pues me llevé «la primera en la frente», como se suele decir. Desde la primera página sorprende el estilo del autor: crudo, directo, sincopado, plagado de frases cortas en las que a veces desaparecen los verbos por innecesarios, sentencias inapelables cargadas de simbolismo, metáforas e imágenes contundentes como mazazos en la cabeza.
En vez de liarme a describir la prosa tan original de Sanz Mouta y devanarme los sesos en busca de calificativos apropiados, prefiero dejarte un botón de muestra. Y qué mejor que el inicio de la novela, que fue donde me enganché yo.
Gijón sonríe amaneciendo. Sonríe ante uno de sus días grandes. Sonríe porque se llenará hoy como durante un orgasmo.
La gente llega por mar, aire, carretera y, sobre todo, tren. El tren óxido. El ferrocarril oscuro. Lleno de historias. (…)
Hombres y mujeres que van a respirar veneno. Que se van a igualar en contaminación interna con los habitantes. Que van a cambiar, tornar y ceder sus voluntades a intenciones ajenas. Que sacrificarán y serán sacrificados. Sin piedad, con poco sentido.
Román Sanz Mouta, Benceno en la piel, pag. 15.
¿Qué te puedo contar sobre la historia en sí misma? Es puro delirio, una ida de olla salvaje. Casi lo calificaría de gamberrada literaria, pero una de esas que hacen gracia. El autor mezcla de forma sorprendente el horror más carroñero, incluso gore, con el humor basto, la ironía fina, la música, los entresijos del mundillo literario. Todo esto apelando directamente al lector, interactuando con él, buscando su complicidad. Y contado con esa prosa tan original hace que te sientas inmersa en una pesadilla surrealista de la que no sabes muy bien si vas a salir entera, como los protagonistas de la historia.
Y de esto quería hablarte también, de los protagonistas. Al parecer, muchos de ellos son trasuntos de escritores amigos del autor, o se han inspirado muy claramente en ellos. En general no le veo mucho sentido a hacer esto de forma explícita en los libros. Da la sensación de que la novela se ha escrito solo para uso y disfrute de los amiguetes y poco más. Sin embargo, yo que no creo reconocer a ninguno –excepto al prologuista, porque firma con su nombre y apellido– he podido disfrutar igual de la historia y sus guiños –paródicos– hacia los «habituales» de los saraos literarios. Eso sí, me quedo con las ganas de saber quién ha inspirado a Eldel Pelazo, aunque solo sea para juzgar por mí misma si el nombre del personaje es merecido o no.

Y hablando de guiños, Benceno en la piel está lleno de ellos. Desde los ya mencionados al mundillo literario-farandulero, hasta otros más evidentes que tienen que ver con los lugares comunes y clichés del género. Y aquí es donde tengo mi única pega con el libro.
En la mayoría de los casos, las situaciones típicas y tópicas del género «virus-pandemia-zombie» están muy bien tratadas. El lector reconoce el tópico pero contiene suficientes elementos diferenciadores como para resultar original. Por ejemplo, el efecto del virus no es exactamente convertir en zombies a los infectados, que ni siquiera mueren –al menos, de la infección– sino que es muy diferente y está muy bien tratado desde el inicio del libro.
Lo mismo ocurre con la progresión de la infección: los primeros casos que pasan desapercibidos, la expansión imparable y el caos final; el ejército aislando la ciudad para contener la enfermedad; el grupo de protagonistas encerrado en un lugar donde cuentan con provisiones suficientes para resistir un tiempo; las inevitables excursiones al exterior con sus fatales consecuencias…
Sin embargo, y ahora es cuando viene la pega, creo que en un par de momentos puntuales del libro, el autor «se pasa de la raya» en su búsqueda de giros inesperados y de complicidad con el lector. Es, desde luego, una impresión personal y condicionada por mis gustos particulares, pero creo que ese par de giros le restan un poco de brillo a una obra, por otro lado, original y bien escrita.
Muchas gracias, Consuelo. Y quedo a disposición de lectores y curiosos para cualquier consulta. ¡Un abrazo!