
- Título: Tidepool
- Autora: Nicole Willson
- Editorial: Dilatando Mentes
- Formato: rústica con solapas
- Nº de páginas: 321
- Disponible en e-book: no
- Traducción: Jesús Cañadas
- Ilustración de cubierta: Raúl Ruiz
- Fecha de publicación: octubre de 2022
- Fecha de lectura: diciembre de 2022
- Enlace de compra: web de la editorial
Hace casi un mes desde que publiqué mi última reseña, y es que últimamente no encontraba ni el momento ni, sobre todo, la concentración suficiente para sentarme delante del ordenador a pensar y escribir sobre un libro. Pero hoy se rompe esa mala racha, y ¿qué mejor manera de empezar una nueva –espero que más productiva– que con un libro que reúne horror cósmico, seres aterradores de las profundidades marinas y una protagonista carismática?
Todo eso es lo que contiene Tidepool, de Nicole Wilson, finalista de los Premios Bram Stoker y Ladies of Horror Fiction, en las categorías correspondientes a primera novela y debut literario, respectivamente. Toda una revelación en el mercado anglosajón que ahora tenemos también disponible en castellano, gracias a Dilatando Mentes.
La mayor parte de la acción de la novela transcurre en el imaginario y pequeño pueblo costero que le da nombre, en el estado de Maryland, en 1919. La sociedad de la época aún se rige por las antiguas normas, sobre todo en cuanto a lo que se espera del comportamiento de una joven de buena familia, aunque ya soplan vientos de cambio –solo un año después se aprobaría por primera vez el sufragio femenino en Estados Unidos.
En este contexto, el joven Henry Hamilton desaparece en extrañas circunstancias en el misterioso pueblo de Tidepool y su hermana, Tristeza, viaja hasta allí para encontrarlo, contraviniendo expresamente las órdenes del padre de ambos –las mujeres no deben viajar solas–. Allí deberá enfrentarse a algo más grave que los prejuicios sociales –aunque estos no la ayudarán, precisamente, en su misión– y al silencio entre cómplice y temeroso de los habitantes del pueblo.
Solo con esta premisa Nicole Wilson ya me había ganado. Una joven decidida e intrépida desafiando las convenciones sociales y a la autoridad paterna y un pueblo que oculta un secreto horrible cuyas raíces se hunden en un pasado no menos aterrador son suficientes para captar el interés de cualquiera. Pero a medida que avanza la lectura, la creación de los ambientes y la aparición de nuevos y no menos misteriosos personajes hacen que la historia vaya ganando en fuerza e interés.
Merece la pena destacar cómo la autora crea el ambiente del pueblo, desangelado, húmedo y opresivo, con unas cuantas pinceladas y escenas significativas. La primera cena de Tristeza Hamilton en la única taberna del pueblo, acosada por las miradas entre curiosas y hostiles de los parroquianos, las respuestas esquivas que recibe a sus preguntas y su primer hallazgo alarmante, que la pone en contacto con el reticente alguacil, son indicios de todo lo que está por venir y ponen al lector sobre aviso, logrando que espere ansiosamente el desenlace final para saber qué está pasando en el pueblo.

Aunque Tristeza es la protagonista indiscutible de la novela, hay otros personajes que rivalizan con ella en interés y carisma. La misteriosa Ada Oliver, propietaria del caserón más grande del pueblo y destinataria del reverencial respeto –o temor– de sus habitantes y su no menos misterioso hermano Quentin, cuya vida –¿y muerte?– está extrañamente ligada a la de Ada, en seguida se revelan elementos centrales en el misterio que envuelve a Tidepool. Y, por supuesto, no podemos olvidar al misterioso personaje que habita en el sótano, al que se nos presenta en el primer capítulo para que aguardemos temerosas su reaparición.
Al principio de la reseña prometía horror cósmico y monstruos marinos. Creo que no hago ningún spoiler involuntario, pues la ilustración de la cubierta, de Raúl Ruiz, es ya bastante reveladora. El pasado del pueblo pesa como una losa sobre todos sus habitantes y las acciones y motivos de la misteriosa Ada Oliver resultan más complejos de lo que una podría esperar a priori. Y lo que yace tras todo ello es algo aterradoramente no humano, ancestral y definitivamente ligado al mar. Yo vivo en una ciudad costera y, tras leer este libro, creo no no volveré a acercarme a la playa tan despreocupadamente como hasta ahora.
Además de ser una novela de terror, que se deja leer con facilidad gracias al estilo llano y directo de su autora –y al buen hacer de su traductor, José Ángel de Dios– con muchos elementos típicos como el pueblo maldito, las criaturas ancestrales, los cuerpos mutilados y las desapariciones misteriosas, creo que Nicole Willson ha conseguido, de alguna forma, renovar el género lovecraftiano –llamémosle así– al dotar a su historia de un sutil trasfondo reivindicativo y feminista. Me explico.
Ya comentaba al principio que la protagonista de Tidepool, Tristeza Hamilton, es una joven que podríamos considerar adelantada a su época. De ella se espera que permanezca en el hogar, bajo la supervisión paterna, hasta que se case y pase a estar bajo la de su esposo. Sin embargo, ella tiene otras ambiciones: quiere ser periodista, algo solo al alcance de unas pocas pioneras por aquella época. Y, aunque lo hace movida por el amor incondicional que siente hacia su hermano, no duda en desobedecer a su padre para viajar a Tidepool y emprender una búsqueda sin apenas pistas, excepto la última localización conocida del desaparecido. Bien por Tristeza.
Pero aún hay más. En algunos capítulos de la novela, Willson se aleja provisionalmente de Tristeza y sus aventuras para profundizar en la historia personal de algunos de los personajes que la acompañan, entre ellos, la misteriosa señora Oliver. Y aunque dicha historia está muy ligada a las criaturas marinas que aterrorizan al pueblo, veremos que las acciones de Ada no tienen nada que ver con el culto religioso que una deidad cósmica merecería sino, más bien, con cierto afán justiciero-vengativo contra la violencia de género y un trato sobre el que la gran Úrsula K. Le Guin ya nos hizo reflexionar en cierto relato.
En definitiva, una novela entretenida, bien escrita, con personajes solventes y complejos y altamente recomendable como buen –y terrorífico– entretenimiento para amantes del horror cósmico o, simplemente, de las historias de terror y misterio, que revela la admiración de su autora por el maestro Lovecraft al tiempo que lo reescribe con un enfoque de género muy actual, a pesar de estar ambientada a principios del siglo pasado.