
- Título: Linghun
- Autora: Ai Jiang
- Editorial: Dilatando Mentes
- Formato: rústica con solapas
- Disponible en e-book: no
- Nº de páginas: 210
- Traducción: José Ángel de Dios
- Ilustración de cubierta: José Antonio Ávila
- Fecha de publicación: marzo de 2024
- Fecha de lectura: junio de 2024
- Enlace de compra: web de la editorial
Hoy te traigo Linghun, novela corta ganadora de los premios Bram Stoker y Nebula 2024 en su categoría y, en mi opinión, de forma muy merecida. Tanto su argumento, como la forma en que se desarrolla, como el mismo fondo del relato resultan novedosos y gratamente sorprendentes. No tengo nada en contra de las obras de terror de corte más clásico, al contrario, las disfruto enormemente –como, por ejemplo, te comento en esta reseña de Los chicos del valle, de Phillip Fracassi–. Pero cuando llega a mis manos algo realmente original y diferente de cualquier lectura anterior, supone también un soplo de aire fresco muy de agradecer.
La premisa de la que parte Ai Jhiang no es en sí misma la que hace esta novela tan original. Nos lleva a un lugar llamado HOGAR –así, con mayúsculas–, donde las casas están muy demandadas porque tienen la particularidad de que en ellas aparecen fantasmas, los de los seres queridos de quienes las habitan. La idea en sí no me resulta totalmente nueva, porque algo parecido ya lo encontré en el relato Para los que no están hechizados, de Kurt Fawver –publicado en Eternamente, en pedazos (Dilatando Mentes, 2023), que reseñé aquí–. Lo que sorprende en Linghun es todo lo demás. Pero vamos por partes.
La forma
Linghun tiene tres personajes principales cuyo punto de vista se alterna en la narración, aunque solo la protagonista, Wenqi, nos habla en primera persona. Los capítulos centrados en los otros dos personajes tienen otro tipo de narradores: en tercera persona para Liam y en segunda para La Señora. Este juego de personas y narradores tiene la virtud de acercarte o alejarte emocionalmente de cada personaje.
Por otro lado, sin contar en realidad gran cosa, solo mostrando lo que le ocurre a la protagonista y lo que se le pasa por la cabeza, Ai Jhiang consigue crear desde el principio un ambiente sutilmente malsano. Aunque todo en HOGAR tiene cierto aire de suburbio norteamericano corriente, intuyes, más que sabes, que «algo no está bien». Y la verdad es que nada está bien, ni en HOGAR, ni en la propia familia de Wenqi, ni en ninguna de las que la rodean.
Esa sensación difusa de extrañamiento dura apenas unas páginas. A medida que avanzas en la lectura, las sospechas se confirman y las peores especulaciones se ven ampliamente superadas. Hasta el punto de que una novela que, supuestamente, va de fantasmas y casas encantadas toma tintes de terror distópico, recordando en ciertos momentos textos como La lotería, de Shirley Jackson, películas como La purga (James DeMonaco, 2013) y juegos sangrientos como los de Battle Royale (Koushun Takami, 1999) o Circle (Aaron Hann y Mario Miscione, 2015). En todo este sarao, la agencia inmobiliaria que se ocupa de la asignación de las casas de HOGAR y su agente principal desempeñan un espeluznante papel de maestros de ceremonias.
Sin duda, también contribuye a esa sensación de originalidad de la que hablaba al principio el origen chino de la autora y de sus personajes. En la novela abundan rituales que recuerdan tradiciones de aquel país ligadas con el culto a los ancestros. La propia protagonista se ve muy condicionada por la educación tradicional, aunque en su fuero interno trate de rebelarse. Y esto es hasta cierto punto sorprendente porque, a pesar de que en los últimos años la literatura de género china –o inspirada en la cultura de aquel país– ha irrumpido con fuerza en nuestras librerías, la mayor parte de las obras que nos han llegado se encuadran en la ciencia ficción o la fantasía, por lo que el, llamémosle, terror oriental es una novedad en literatura, al menos para mí.

El fondo
Sigo intentando explicar por qué Linghun me ha resultado tan sorprendente. Supongo que todos estaremos de acuerdo en que cualquier género literario, y los fantásticos en particular, no solo pueden servir de vehículo para tratar cualquier tema transcendente, sino que cada uno de ellos dispone de herramientas que le son propias y especialmente adecuadas para según qué asuntos. El género de terror, y de fantasmas en concreto, resulta ideal para hablar de la pérdida, el duelo y conflictos no resueltos. Algunos de estos temas están presentes en Linghun, pero ni son los únicos ni se tratan de la forma habitual. Más que de duelo o pérdida, Linghun trata de la forma en que las personas nos aferramos al pasado, y a uno que no puede volver. En varios sentidos.
En primer lugar, los habitantes de HOGAR –también, y quizás en mayor medida, los que aspiran a serlo– no solo están inmersos en procesos de duelo por haber perdido a algún ser amado, sino que se niegan a dejar ir al difunto. Las casas de HOGAR y sus insólitas propiedades se convierten en una especie de «última oportunidad» de gozar de la compañía de alguien que ya no está, que se ha ido. Pero al final, quienes optan por HOGAR son personas que están absolutamente desesperadas y obcecadas en su apego a los muertos. En otras palabras: al pasado. Son incapaces de renunciar a lo que ya no existe, pasar página y continuar con sus vidas, hacia un futuro que ni siquiera son capaces de imaginar sin aquellos que se quedaron por el camino.
Pero –y este es otro de los temas novedosos en Linghun–, toda esta incapacidad de renunciar al pasado –en torno a los muertos– para construir un futuro nuevo –en torno a los vivos– se mezcla y entreteje de forma sutil pero innegable con sentimientos igualmente profundos ligados al tema de la inmigración. La autora se define como chino-canadiense, y también lo es su protagonista. Y, cómo no, se encuentra dividida entre dos mundos: el de la cultura de su familia, de corte bastante tradicional, y el entorno en el que ha crecido. De esta forma, su resistencia ante el empeño materno en recuperar al hijo-hermano desaparecido se convierte, al mismo tiempo, en una rebelión contra unas tradiciones y modos de actuar que se antojan anclados en un pasado ya muerto y que impiden alcanzar un futuro que promete estar lleno de vida. Aunque quizás la realidad es que no es tan fácil romper con el pasado.
Como colofón, hay en Linghun una referencia especialmente emotiva hacia otro tipo de inmigración, pero de esta no quiero contarte mucho para que la vayas descubriendo de forma paulatina, tal y como lo hice yo. Sí te adelanto que no es algo que se haya metido «con calzador» en la novela, sino que está íntimamente ligado a la historia de su protagonista, Wenqi.
Los extras
Las ediciones de Dilatando Mentes siempre cuentan con contenidos extra que añaden valor al texto publicado. En este caso, más de lo habitual. Además del ilustrador prólogo de Yi Izzy Yu, unas notas finales de la autora sobre los di fu ling –fantasmas o espíritus ligados a la tierra– y la muerte, el postfacio de José Márquez Ruda, que explica mejor que yo los puntos clave y la originalidad de la novela y la habitual miscelánea, por si fuera poco, se incluyen dos cuentos de la autora inéditos en castellano: Yôngshí y Balancín. Ambas son historias de fantasía oscura donde la autora trata el tema de la lucha contra la muerte, por lo que encajan perfectamente con la novela que las precede.