Los chicos del valle: tensión narrativa

  • Título: Los chicos del valle
  • Autor: Philip Fracassi
  • Editorial: Dilatando Mentes
  • Formato: rústica con solapas
  • Disponible en e-book: no
  • Nº de páginas: 382
  • Traducción: José Ángel de Dios
  • Ilustración de cubierta: José Antonio Ávila
  • Fecha de publicación: mayo de 2023
  • Fecha de lectura: agosto de 2023
  • Enlace de compra: web de la editorial

Hoy te traigo una novela que he disfrutado de una manera muy especial, porque me ha hecho rememorar mis lecturas y películas favoritas de cuando era mucho más joven. Además, la historia que nos cuenta, por supuesto terrorífica, se aleja un tanto de la idea previa que yo tenía de su autor. Se trata de Los chicos del valle, de Philip Fracassi.

Lo único que he leído de Fracassi es su colección de relatos Contemplad el vacío (Dilatando Mentes, 2018), que no llegué a reseñar, pero sí anuncié en esta entrada de Origen Cuántico cuando se publicó. Fueron relatos que también disfruté, pero la mayoría de ellos se podrían clasificar como horror cósmico, weird o incluso terror existencialista. En cambio, Los chicos del valle cuenta una historia de terror que, sin intención peyorativa, sino todo lo contrario, yo calificaría de totalmente convencional.

Antes de explayarme un poco más sobre la novela, quiero comentar que uno de los relatos incluidos en Contemplad el vacío fue finalista de los Premios Ignotus 2019. Lamentablemente, el libro ya no está disponible en la web de la editorial, pero si quieres leer ese cuento finalista, El ladrón de caballos aún está accesible en la web de Origen Cuántico, por cortesía de la editorial. Yo me lanzaría de cabeza a por él.

Phillip Fracassi

Y, ahora sí, vamos al lío. ¿De qué va Los chicos del valle? Los hechos narrados tienen lugar muy a principios del s. XX en Delaware, Pensilvania, en San Vicente, un antiguo seminario, ubicado en un valle solitario, habilitado como orfanato y regentado por tres sacerdotes católicos y un exconvicto convertido en fraile. Allí ha recalado Peter, el protagonista de esta historia, después de perder a sus padres de una forma bastante traumática que, a pesar de los años transcurridos, aún le persigue en sus pesadillas.

Las condiciones en las que viven los chicos resultan bastante duras, no solo por la particular situación del orfanato y el clima que la caracteriza, que lo deja incomunicado regularmente, sino también por la dura disciplina impuesta por el padre Poole, paradigma de la educación católica más intransigente e inflexible. Pero el auténtico horror comienza con una visita inesperada en plena noche y lo que se cuela en San Vicente con ella.

¿Por qué esta historia me ha llevado de vuelta a mi juventud? Porque, mientras leía, me venían a la memoria todas las novelas de Stephen King que leía entonces, muchas protagonizadas por jóvenes adolescentes o niños –Carrie, Christine, It, Cementerio de animales, La larga marcha…– que se ven obligados a mirar al mal a la cara y luchar por sus vidas, casi siempre sin el apoyo de ningún adulto. Y esto es lo que pasa en San Vicente: el mal llega, se instala y los pocos adultos que están a cargo de los niños escapan corriendo o son… deshabilitados, digámoslo así.

Peter no solo es el mayor de los huérfanos, sino que por su propio carácter, bondadoso y amable, es visto como líder y protector de los más débiles. De manera que, cuando los adultos «faltan», asume su papel de forma natural. No le faltarán apoyos: David, un pillo callejero con buen fondo, y Byron, agresivo y camorrista al llegar al orfanato pero siempre leal con quien le ayudó en sus primeros momentos. ¿No podrían ser personajes de una historia ideada por King? Yo creo que sí.

Creo que no cometo ningún spoiler si hablo de demonios. Los sacerdotes, las misas en la capilla, los crucifijos… y llega el mal. En este contexto, «el mal» solo puede ser algún tipo de demonio. Ya el título de la primera parte, Somos muchos, es una pista importante para quien conozca mínimamente la Biblia. De todas formas, no los mencionaría si no necesitara contarte también que algunas de las escenas de Los chicos del valle me recordaron al final de La Profecía (Richard Donner, 1976), una de las películas con las que más miedo pasé –la ví en la tele, soy mayor pero no tanto–. Y, por supuesto, también me venía a la cabeza la crisis de fe del padre Karras de El exorcista (William Friedkin, 1973) y la forma en que el demonio parece conocer siempre cuál es el punto débil de cada uno de sus oponentes.

Un niño muy inquietante

Otra asociación poco probable, de esas que te encuentras sin haberla buscado, es El señor de las moscas, de William Golding. En esta última no hay ningún elemento sobrenatural; más bien trata sobre la naturaleza humana en su peor versión. Pero la segunda parte del libro, titulada Bandos, me la recuerda inevitablemente. Aprovecho para advertir que si tienes una especial prevención contra el sufrimiento infantil no debes leer Los chicos del valle, pues no contiene ningún tipo de concesión en las escenas más cruentas, aunque estén protagonizadas por niños.

A pesar de todo lo que te estoy contando sobre mis impresiones personales al leer esta novela, Los chicos del valle es una historia totalmente nueva y original, no un mero refrito de todo lo anterior. Pero Fracassi ha sabido construirla tirando de todos los hilos necesarios para que los amantes del terror setentero, que ya podemos tildar casi de «clásico», se sientan como en casa. Porque así es como yo me sentí. Y lo hace utilizando todos los arquetipos del género sin caer en el poco deseable cliché.

Además de todas las razones que ya he expuesto para haber disfrutado tanto esta novela, tengo que añadir otra no menos importante: lo acertado del ritmo y la estructura de la narración. Dividida en cuatro partes, alterna capítulos narrados en primera persona por Peter o en tercera, desde el punto de vista de otros personajes: David, uno de los sacerdotes –el menos malo de ellos– o el fraile. Pero lo realmente reseñable es cómo el autor maneja la tensión: es algo que está ahí desde las primeras páginas, pero de una forma muy sutil, casi subliminal. A medida que avanzaba en la lectura, me iba envarando como un arco a punto de disparar, sobre todo al leer lo que hacen ciertos personajes a los que me sorprendía gritando mentalmente «¡no entres ahí!», de nuevo como si estuviera viendo una película de terror. Supongo que el hecho de que Fracassi sea guionista de cine además de escritor ayuda bastante en este sentido.

Como siempre, la edición de Dilantando Mentes incluye ilustraciones interiores además de la sugerente cubierta –ojo al macho cabrío, ya dije que lo del demonio no era spoiler–, un brevísimo pero certero prólogo de Ivan Ledesma y una sección de posibles referencias literarias, cinematográficas y artísticas de la novela que, para mi alivio, coinciden en gran medida con mis impresiones.

En resumen, Los chicos del valle es una gran novela de terror, de corte clásico y con referencias muy claras a obras magistrales del género. Personajes que podrían aparecer en una novela de Stephen King, demonios como el que posee a Regan y niños de inquietante sonrisa como Damien. Y, por supuesto, suspense, tensión y violencia sin concesiones, al estilo Fracassi.

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