
- Título: Ylandra. Tiempo de osadía
- Autor: Roberto Navarro Montes
- Editorial: Ediciones Labnar
- Formato: rústica con solapas
- Nº de páginas: 580
- Imagen y diseño de cubierta: Ediciones Labnar
- Fecha de publicación: octubre de 2020
- Fecha de lectura: abril de 2021
- Enlace de compra: web de la editorial
Hoy te traigo un libro que se me había pasado totalmente desapercibido hasta que el propio autor me llamó la atención sobre él. Cuando autores o autoras a los que no he leído previamente me proponen sus obras para reseñar siempre doy la misma respuesta: «si me envías el libro, lo leeré, pero solo lo reseñaré si le encuentro algo interesante que señalar». Por lo tanto, si estás leyendo esta reseña es porque Tiempo de osadía me parece un libro que merece la pena, a pesar de haber encontrado algunos detalles que me parecen mejorables.
Pero vayamos por partes. ¿De qué va el libro? Es una novela de fantasía épica, con ciertos rasgos que la hacen cercana al grimdark y otros que la alejan de él. Nos narra el principio del fin de la República de Ylandra, amenazada por sus propias tensiones internas pero también por el supuesto regreso de Los Tres, dioses ancestrales ansiosos por recuperar su dominio sobre el mundo. Antiguas profecías, reencarnaciones, escuelas de saberes arcanos, sueños premonitorios, intrigas políticas y políticos corruptos, militares de ambiguas lealtades, personajes misteriosos moviendo los hilos tras las bambalinas…
La historia contiene todos los elementos necesarios para hacer disfrutar a cualquier lector de fantasía épica. Destaca la amplitud y profundidad del mundo creado por Navarro Conde, cuyo presente se nos va mostrando a medida que avanza la trama, y cuyo pasado se nos antoja cada vez más relevante a la hora de entender todas las fuerzas e intereses que están confluyendo en el momento en que empieza la novela, pero que hunden sus raíces en la historia antigua de Ylandra.
Uno de los aspectos que encontré más novedoso en Tiempo de osadía es precisamente que Ylandra constituya una república –no un imperio, ni un reino ni un principado–, y no una de reciente creación, sino con una larga tradición democrática a sus espaldas. Buena parte de las intrigas políticas que mencionaba antes tienen que ver precisamente con unas elecciones: los intercambios de favores, la compra de votos, el tráfico de influencias, los mítines a favor y en contra de los candidatos… No son elementos habituales en este tipo de novelas, por lo que se agradece la originalidad en este aspecto. Y también, por qué no decirlo, le da un toque de rabiosa actualidad.

Por otro lado, la novela no busca únicamente el entretenimiento, sino que también toca temas trascendentes. El odio y la discriminación, tanto de corte racista como homófobo, forman parte de esos temas. En algunos lugares de Ylandra la esclavitud aún es legal y los anirios, la raza esclavizada, son considerados seres inferiores y tratados como tales. En esos mismos lugares la homosexualidad no solo está mal vista, sino perseguida y penada por la ley. Pero no toda la república es igual, también existen territorios donde se ha abolido la esclavitud y la homosexualidad, al menos, se tolera. De esta forma, Ylandra se convierte en un territorio a caballo entre el progreso y la más rancia tradición, que es otro de los temas de fondo de la novela.
Además, tenemos un amplio elenco de personajes principales, repartidos por diversos lugares de la geografía de la República, y los capítulos se centran alternativamente en cada uno de ellos, un poco a la manera de Martin en Canción de hielo y fuego. La lectura resulta ágil y el autor sabe dosificar la información –tanto la que da al lector como la que posee cada uno de los personajes– de forma muy hábil para captar el interés y mantener la intriga a lo largo de todo el libro.
Y, precisamente a la hora de presentar a los personajes es donde aparece una de esas cuestiones que no me ha gustando tanto. Como es característico del género grimdark Tiempo de osadía juega bastante con la ambigüedad moral, tanto de los personajes como de las situaciones que plantea. Es algo que en el plano de reivindicaciones políticas y territoriales de cada uno de los bandos presentes en la historia está muy bien logrado. El lector no sabe si decantarse por la Escuela –donde reside tradicionalmente el poder de los maestros, que dominan capacidades poco comunes–, la República o la orden de Addai. Todos tienen su parte de razón y sus vergüenzas inconfesables.
En cambio, algunos personajes resultan demasiado evidentes. Por ejemplo, cierto candidato a gobernador se hace especialmente odioso al lector. Y mi crítica no consiste en que no deban existir personajes odiosos, sino en que creo que no se debe notar que el autor quiere que les odiemos. Y se nota. En cambio, otro personaje principal, que por sus actos sí resultaría bastante ambiguo, se nos hace inevitablemente simpático porque utiliza el sarcasmo y la ironía hasta en las situaciones más comprometidas. Estos dos casos extremos, unidos a algunos otros personajes que quedan un tanto «desvaídos», en mi caso –y para mi gusto– le quitaron un poco de lustre a la novela.
Por otro lado, como decía antes, Tiempo de osadía es una novela interesante y entretenida que, a pesar de sus más de quinientas páginas, se lee casi del tirón. También me veo en la obligación de advertir que termina con un montón de cliff hanging, prácticamente uno por personaje, así que no es en absoluto autoconclusiva. La buena noticia es que la publicación de la segunda parte, Tiempo de guerra, está prevista para este mismo otoño de 2021.