Ahora solo queda la ciudad

  • Título: Ahora solo queda la ciudad
  • Autor: Cristian Romero
  • Editorial: La máquina que hace PING!
  • Formato: rústica con solapas, e-book
  • Ilustración de cubierta: Juan Alberto Hernández
  • Nº de páginas: 127
  • Fecha de publicación: noviembre 2020
  • Fecha de lectura: noviembre 2020
  • Enlace de compra: web de la editorial

Hoy quiero recomendarte este libro de relatos de Cristian Romero, autor colombiano del que, hasta ahora, solo teníamos en España un botón de muestra, su cuento El niño sin brazo, incluido en esta colección y publicado anteriormente en la antología América Fantástica vol. I (Huso, 2019), editada por Mariano Villarreal.

Ahora solo queda la ciudad contiene, en poco más de cien páginas, siete relatos bastante breves y otro un poco más largo, por lo que se puede leer perfectamente de una sola sentada. Sin embargo, no es lo que yo recomendaría. Cada uno de los cuentos merece ser leído, degustado, releído, reposado y digerido por completo antes de pasar al siguiente. Hacerlo así, por otra parte, exige emplear toda la autodisciplina y fuerza de voluntad de las que se disponga, porque estos textos breves, más que píldoras, son drogas: los pruebas y quieres más, crean adicción y también pueden provocar efectos secundarios y hasta sobredosis de emociones.

A pesar de que cada relato narra una historia diferente y de que incluso podrían clasificarse en géneros distintos, todos tienen algunas cualidades en común. En primer lugar, todos cuentan historias muy inquietantes, oscuras. Algunas tienen un elemento claramente sobrenatural, otras coquetean con la ciencia ficción o simplemente utilizan de forma magistral lo extraño o insólito. El uso de los sueños y su interacción con la realidad de los personajes es también un recurso frecuente, que deja al lector la difícil pero grata tarea de dibujar la línea entre lo que solo está en la mente del protagonista y lo que es real.

Otra característica común a todos los cuentos, y una de las razones por las que me ha gustado tanto Ahora solo queda la ciudad, es que el autor dice mucho con muy pocas palabras. Pero aún sugiere más de lo que dice. Los cuentos suelen centrarse en las vivencias de un personaje concreto en un momento concreto: nos narran su historia, lo que le sucedió o le está sucediendo, lo que piensa, lo que siente… Y esas historias de por sí resultan inquietantes, desgarradoras o terribles.

Pero en cada cuento hay mucho más que una historia: en ocasiones, detrás de cada personaje hay un escenario de ficción tan interesante como los hechos narrados, pero que está apenas esbozado, sugerido con un par de frases o algunos adjetivos cuidadosamente elegidos. Son escenarios que despiertan la curiosidad y obligan al lector a imaginar cómo son, qué pudo pasar o qué está pasando. Y detrás de cada historia se intuyen otras historias, como si solo asistiésemos a un pasaje o un episodio concreto en la vida de los protagonistas, pero se nos deja entrever que esos personajes tienen un pasado, tienen más vivencias que Romero podría contarnos. Solo que no lo hace, lo deja a nuestra imaginación.

Cristian Romero
Cristian Romero

Quizás pueda poner algunos ejemplos para aclarar esto último, sin dar demasiada información para no estropearte la lectura. Los dos protagonistas de Vientre se reencuentran tras un tiempo sin verse. Es evidente que tuvieron algún tipo de relación en el pasado, pero solo está sugerida, no contada. La madre de Podría ser la hija perfecta duerme para huir de la realidad. Sabemos qué es lo que la asusta tanto, pero no cómo fue el proceso, sin duda terrible, que la ha llevado a esa situación. El protagonista de El perro bajo tierra cometió un acto censurable en el pasado que ahora le atormenta, pero no sabemos por qué lo hizo. En realidad, toda esa información que falta es innecesaria, pero el hecho de que esté ahí, sugerida, añade profundidad a las historias narradas.

En cuanto a esos escenarios de ficción, a veces Romero nos lleva a mundos que se intuyen futuros y postapocalípticos, como en Más allá de las ruinas, aunque realmente no sabemos qué hay «más allá» ni el auténtico alcance del desastre. Otras veces, como en Vientre, nos conduce a un posible futuro no muy lejano, donde los problemas actuales se han agudizado y una amenaza de naturaleza desconocida se cierne sobre el mundo. En el relato que da título a la colección, Ahora solo queda la ciudad, el escenario es un personaje más: una ciudad enferma y hostil empeñada en expulsar a todos sus habitantes.

Pero ¿sabes qué? Todo esto que te estoy contando no es lo importante. Son solo características comunes a los cuentos de este libro que he tratado de racionalizar y ordenar para explicarte a ti –y a mí misma– por qué me ha gustado tanto Ahora solo queda la ciudad. Solo he sido capaz de escribir algo coherente y con un poco de sentido después de una segunda –y a veces tercera– vuelta a cada relato. Porque lo realmente importante de este libro son las sensaciones que provoca la lectura de cualquiera de los cuentos. Todos tienen algo que llega al lector, no a su cabeza ni a su corazón, sino directamente a las entrañas. No voy a ponerme gore, porque este libro tampoco lo es, me refiero a sentimientos viscerales, que no puedes explicar ni racionalizar, pero tampoco puedes evitar. Que a veces son más fuertes que tu voluntad, como les pasa a muchos de los protagonistas de los cuentos.

El mejor ejemplo que se me ocurre de esto que digo está quizás en El cadáver. ¿Alguna vez has tenido una preocupación, un disgusto, algo que te asusta y que has tratado de evitar o ignorar? ¿Has tratado de seguir con tu vida y tu rutina y has conseguido olvidarlo y dormir, pero al abrir los ojos por la mañana has sentido esa sensación angustiosa en la boca del estómago que te avisa de que hay algo que está mal, antes incluso de que tu mente consciente lo recuerde? Pues es solo un ejemplo del tipo de sensaciones a las que me refiero cuando digo «reacción visceral».

No quiero terminar esta reseña sin hacer una mención a la fantástica ilustración que aparece en la cubierta, obra de Juan Alberto Hernández. Es tan sugerente, oscura y visceral como el libro y creo que refleja perfectamente lo que vas a encontrar en su interior. Y tampoco puedo dejar de mencionar el breve pero preciso prólogo de Elia Barceló. En dos páginas te anticipa lo que vas a encontrar en Ahora solo queda la ciudad, identificando algunas referencias literarias con las que no puedo sino coincidir, porque también algunos de estos cuentos me han recordado a Mariana Enríquez o a Santiago Eximeno.

En resumen, un libro breve pero muy intenso, que te recomiendo leer con pausa para disfrutar del arte de emplear pocas palabras para contar mucho y sugerir aún más. También te conviene dejar un cierto tiempo de digestión y reposo entre cuento y cuento, para reponerte de las reacciones viscerales que, sin duda, vas a experimentar.

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