El horizonte del Universo: apasionante ida de olla

  • Título: El horizonte del universo
  • Autor: Joaquín María Azagra Caro
  • Editorial: La Máquina que hace Ping!
  • Formato: rústica con solapas
  • Nº de páginas: 256
  • Disponible en e-book: sí
  • Diseño de cubierta: Cristian Arenós Rebolledo
  • Fecha de publicación: marzo de 2022
  • Fecha de lectura: julio de 2022
  • Enlace de compra: web de la editorial

Probablemente este sea uno de los libros más difíciles de reseñar que he leído nunca. Y, sin embargo, aquí estoy, tratando de transmitir de una forma mínimamente ordenada lo que te vas a encontrar si decides leerlo. Y es que contiene una historia con tantas vueltas y revueltas que resulta fácil perderse aunque, desde luego, se lee con interés y el autor sabe dosificar la información para que este no decaiga en ningún momento.

Vamos por partes. Empecemos por lo que, desde mi punto de vista, puede que sea lo menos relevante del libro: la trama. A juzgar por la sinopsis, que es rigurosamente fiel a los primeros capítulos, se trata de la historia de un encuentro sexual entre dos personas –el científico y la pintora– y los subsiguientes desencuentros, aderezados con la siniestra amenaza que suponen un hongo humanoide y un fotógrafo acosador.

Pero en seguida te das cuenta de que ese encuentro ha tenido poco de casual y de que hay multitud de elementos extraños e intrigantes en esta historia. Para empezar, los capítulos, narrados en primera persona de forma alternativa por los dos protagonistas, están numerados y fechados –como si estuviésemos leyendo dos diarios personales–, pero el libro empieza en el capítulo 11. Es toda una declaración de intenciones –o quizás un aviso– por parte del autor: el verdadero comienzo de la historia no coincide con el inicio del libro. Y tendrás que esperar hasta las últimas páginas para poder leerlo.

A partir de ahí, seguimos a la pintora y al científico en los días posteriores a su encuentro en el acantilado, cada uno en una ciudad y un país diferente –ella en Valencia, él en Leiden–, pensando cada uno en el otro a pesar de tener nuevos amantes en los que, curiosamente, los nombres se duplican –no será lo único que se duplique en esta historia–. Como dice la sinopsis, hay algo de romance, y es ciertamente perverso, pero tampoco es exactamente lo que parece –después de leer este libro, no volverás a pensar de la misma forma en tu «media naranja».

Además del hongo y el fotógrafo acosador, hay otros personajes misteriosos en la vida de ambos protagonistas. El, aparentemente, único conocido en común y siempre enigmático Lemuel; el investigador Van Diemen, director del proyecto científico en el que trabaja el protagonista masculino y que, al mismo tiempo, tiene una misteriosa relación con la madre de la pintora. Y un perro, que aparece en distintos momentos y acompañado por diferentes personas, pero que siempre muestra un extraño interés por nuestros dos personajes principales. ¡Ah, y que no se me olvide! También llegan a tocar, en distintos momentos, el mismo libro: Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift.

Todos estos elementos que voy mencionando son toques de atención que van surgiendo a medida que avanzas en la lectura. El autor juega de forma muy hábil con la narración desde dos puntos de vista, de manera que el lector asiste con impotencia a los fugaces cruces de caminos de los dos protagonistas, siendo mero testigo de lo cerca que llegan a estar en algunos momentos y de las personas y lugares que ambos frecuentan, sin llegar a encontrarse.

Joaquín María Azagra Caro
Joaquín María Azagra Caro

Pero, como decía al principio, a pesar de generar interés e intriga, todos esos elementos que se entrecruzan en la trama no constituyen el meollo del asunto, sino más bien consecuencias azarosas de lo que en realidad –me cuesta mucho usar esta palabra para referirme a esta historia–está pasando. Y es que El horizonte del Universo es, en esencia, un juego: uno metaliterario y metaficcional, que consiste en poner en duda la existencia misma de la realidad. De tu propia realidad.

No voy a extenderme sobre este tema ni a tratar de explicarlo, porque en eso precisamente consiste la gracia de este libro, en que lo vayas descubriendo –si te atreves– a medida que lees. Pero para ayudar un poco a entender las reglas del juego, creo que sí puedo mencionar algunos elementos que utiliza y que son muy del gusto de los aficionados a los géneros fantásticos, como yo misma.

En primer lugar, El horizonte del universo juega con la idea de la memoria y la conciencia como constructoras –o descubridoras– de la realidad. De hecho, el proyecto en el que trabaja el científico tiene que ver con tarjetas de memoria en las que se almacenan conciencias y recuerdos; además, nuestros dos protagonistas no recuerdan apenas nada el uno del otro: solo que estuvieron juntos y se separaron, pero no cómo se conocieron ni cómo llegaron a ese punto en el que, solo en apariencia, comienza su historia. Todas estas pistas, que se ofrecen al lector muy al principio del libro, tendrán su relevancia en este complejo juego.

Por otro lado, también ronda, a lo largo de todo el libro, la idea metaficcional de la criatura que escapa de la obra a la que pertenece, tanto la que es consciente de ser una creación ajena como la que no. Por ejemplo, el Hongo surge a partir del musgo que la pintora incluyó en el primer retrato que pinta del científico y en algún momento se pone en duda la existencia de Lemuel –quizás solo es un amigo imaginario–, pero tendrás que llegar al final del libro para presenciar la auténtica ruptura de la cuarta pared. Y hay muchas otras ideas recurrentes en libros de género, aunque en este se presentan mezcladas de una forma que, quizás, no habíamos visto antes: portales entre mundos, el cuerpo como mera carcasa –y que, como tal, puede resultar defectuosa–, transferencias de información entre realidades o universos alternativos… Puede que esté dando demasiadas pistas, pero no veo otra forma de transmitir con veracidad la ida de olla que supone leer El horizonte del universo.

Porque sí, es una auténtica ida de olla, una paja mental, si nos ponemos soeces en aras de la claridad. Pero es una que yo he disfrutado y que muy probablemente volveré a leer, porque estoy segura de que se me han escapado detalles por el camino. ¿Es una lectura que recomiendo? Sí, pero con algunos matices. Te recomendaría su lectura si te interesan las novelas que desbordan imaginación e ideas impactantes como meros juegos intelectuales, que buscan desafiar y sorprender a partes iguales. En cambio, si cuando lees una obra de ficción buscas mensajes y moralejas directamente aplicables a la vida, crítica social o personajes con los que puedas empatizar o sentirte identificado… El horizonte del universo no es para ti. Sencillamente, no es esa su intención.

En resumen, una novela que desafía directamente el concepto de realidad desde múltiples frentes: la ciencia ficción está muy presente, con algún toque de pura fantasía o incluso terror pero, sobre todo, metaficción y juego intelectual.

5 comentarios

    1. Gracias a ti por volarme la cabeza 🤣. Una pena no poder acercarme al Golem de Valencia, me habría gustado escucharte hablar del libro.

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