Tierra profana: la historia tiende a repetirse

  • Título: Tierra profana
  • Autor: Lavie Thidar
  • Editorial: Duermevela
  • Formato: rústica con solapas
  • Nº de páginas: 316
  • Traducción: Alexander Páez
  • Ilustración (cubierta e interiores): Adara Sánchez
  • Fecha de publicación: enero de 2023
  • Fecha de lectura: enero de 2023
  • Enlace de compra: web de la editorial

Hacía tiempo que no teníamos la oportunidad de disfrutar de las historias de Lavie Tidhar en castellano. Si no me equivoco, su última publicación, Estación central, en la malograda Alethé, data de 2018 –puedes leer la reseña que escribimos a cuatro manos L. J. Salart y yo en Origen Cuántico–. También tuvimos la ocasión de entrevistarle, gracias a la mediación de Cristina Jurado –si quieres saber dos importantes influencias españolas en la obra de Thidar, lee la entrevista–. Así que había muchas ganas de volver a leer a este autor único y original.

Tierra profana narra una historia compleja, con muchas capas de lectura, a partir de una premisa detectivesca que es casi casi un McGuffin: un escritor judío residente en Berlín regresa a su tierra natal, donde se encuentra con un asesinato y la misteriosa desaparición de su sobrina, cuya búsqueda decide emprender. Pero esto que acabo de contarte es, quizás, lo menos relevante de la novela, al menos desde mi punto de vista. Para ser un poco ordenada y organizada, voy a agrupar mis impresiones en dos temas: el fondo de la historia y la forma en que está contada.

El fondo

Lo que está detrás de Tierra Profana es una pregunta que tiene un comienzo muy típico en la literatura de ciencia ficción y que en parte es también la causa de que a veces nos refiramos a ella como especulativa. Me refiero a las típicas e innumerables preguntas que una puede hacerse y que comienzan por: «¿y si…?». Creo que la principal cuestión a la que intenta responder Tidhar en esta novela es «¿y si el pueblo judío no hubiese sufrido el Holocausto?».

Y la pregunta tiene tela. Las personas de mi generación, y posteriores, hemos sabido del horror y sufrimiento que Hitler y sus campos de exterminio infligieron a los judíos de toda Europa, a través de los libros de historia, de ficción y también de documentales y películas. Pero el odio y el antisemitismo ya venían de lejos, como demuestran su expulsión por parte de los Reyes Católicos en 1492 o los tristemente famosos pogromos de Europa oriental y central a lo largo del siglo XIX y principios del XX.

Cubierta de Estación central, de Lavie Tidhar, publicada en castellano por Alethé en 2018
Estación central, de Lavie Tidhar, Alethé, 2018

Hubo una época en que leía todo best seller que veía en librerías o en los estantes de mi casa y también algunos libros recomendados en Babelia, la sección de literatura de El País. Así cayeron en mis manos Éxodo, de León Uris y Si ahora no, ¿cuándo?, de Primo Levi. Leyendo esas historias de sufrimiento, lucha y superación, una no podía sino empatizar con los protagonistas de los libros y, por extensión, con el pueblo judío. Así que confieso que hubo una época de mi vida en la que me pareció justo que los judíos tuvieran un territorio en el que asentarse y establecer una nación.

Evidentemente, ya no soy la adolescente romántica e influenciable que era, y mi punto de vista sobre el largo y cruento conflicto entre israelíes y palestinos ha cambiado bastante. Pero no puedo evitar preguntarme hasta qué punto aquella primera opinión se debió a cierta ansia de justicia o compensación por el sufrimiento histórico del pueblo judío. Y si te cuento estos detalles sobre mi forma de pensar hace muchos muchos años es porque seguramente ha influido en mi forma de leer el libro y, cómo no, en la de enfocar esta reseña.

Así que la culpa de que yo me acuerde de mi época pro-sionista y me haga estas incómodas preguntas la tienen Lavie Tidhar y su Tierra profana. Para contestar este «¿y si…?» particular, Tidhar comienza su novela como si de una ucronía al uso se tratase. Para ello, aprovecha una histórica expedición al África oriental británica, que tuvo lugar en 1904, con el objetivo de inspeccionar un territorio en la frontera de Uganda, ofrecido por la Gran Bretaña colonial como posible ubicación para un estado israelí. El resultado real de aquella expedición se saldó con un informe negativo por parte de Nahum Wilbush y el resto de la historia ya la conocemos. Si Tierra profana fuese una simple ucronía, este sería su punto Jonbar: si Wilbush hubiese dado el visto bueno a aquel territorio, probablemente los judíos habrían creado su estado allí, cerquita de Uganda y, quizás, se hubiese evitado el Holocausto.

Pero ya está: eso es todo lo que tiene de ucronía. En realidad, Tierra profana es una historia de universos múltiples, cada uno con su punto Jonbar, en la que el estado israelí en Uganda –que, además, han decidido llamar Palestina, tócate las narices– es solo uno de ellos. Pero, como el propio Tidhar deja caer en algún momento de la novela, la historia tiende a repetirse: la creación del estado israelí también supone la ocupación de unos territorios que ya estaban habitados, y el pueblo autóctono, los nandi, se convierte en los palestinos de ese mundo. Hay también terrorismo, disidentes entre los propios judíos y, cómo no… un muro.

–(…) ¿Cómo puede comparar la angustia de nuestros ancestros en Europa y en otros lugares con las… condiciones de los nativos? No tengo ni idea. Tienen una buena vida allí. Ni siquiera necesitaríamos un muro de no ser por los ataques. ¡Atentados suicidas, señor Tirosh! ¿Quién si no un salvaje haría tal cosa?

–Alguien desesperado –dijo Tirosh–. Alguien sin nada que perder.

Tierra profana, pág. 82

Y esta es la forma que tiene Tidhar de reflexionar sobre el conflicto histórico que arrastra su país desde el mismo momento de su nacimiento y también, cómo no, sobre la naturaleza humana, el nacionalismo, la injusticia social y las formas de luchar contra ella.

Aparte de esta idea central, que da para reflexionar, y mucho, Tierra profana es un libro lleno de sentido de la maravilla: los viajes entre universos alternativos y lo poco que podemos atisbar de cada uno de ellos son un valor añadido a una historia, ya de por sí, interesante, aunque esa Palestina ugandesa fuese el único mundo ucrónico.

Lavie Thidar

La forma

Además de la originalidad de la idea de la creación de un estado israelí antes de la II Guerra Mundial y situado en Uganda, también la forma en que nos cuenta la historia tiene su gracia, un punto sorprendente. Aunque el narrador es único y bastante omnisciente –Bloom, uno de los personajes de la novela–, el libro está escrito en tres de las personas posibles: primera, segunda y tercera del singular. Bloom es un agente especial al servicio de Palestina, aunque «no es de allí». Cuando se centra en sí mismo, narra sus peripecias en primera persona, como es lógico. Cuando se refiere a Tirosh, el escritor que realmente protagoniza la novela, lo hace en tercera persona. Pero hay un tercer personaje, Nur, a la que se dirige en segunda persona. El cambio de estilo narrativo, lejos de resultar desconcertante, añade un toque de originalidad adicional y a mí me ha gustado bastante.

Precisamente el personaje de Nur y su particular historia añaden un componente metaliterario –puede que hasta metafísico y metaparadójico, por aquello de los universos y el espacio-tiempo múltiples– a la novela. Esto es algo que parece habitual en los libros de Tidhar: su novela Osama (RBA, 2013) ya contiene un juego similar, con personajes pretendidamente ficticios que parecen dar el salto a la realidad –o quizás sea al revés–. Por cierto, el autor se hace un guiño a sí mismo acerca de esta novela en Tierra profana.

Y es que las fronteras entre realidad y ficción, así como entre los hechos y la historia que se transmite sobre ellos, son difusas en muchos de los libros de Tidhar. Sé que me queda una reseña bastante larga, pero no me resisto a incluir una segunda cita, libre de spoilers:

–La historia no es solo una – te dijo un instructor.

(…)

No lo entiendo –dijiste.

Tendrás que ir tú misma –te contestó el instructor.

Tierra profana, pág. 119

Otra característica de la novela que no puedo dejar de comentar, aun a riesgo de cometer un pequeño spoiler, es que, aunque por momentos puedas notar cierta confusión acerca de en qué mundo concreto se encuentra el personaje principal, Tidhar te da todas las pistas. Es de esas historias que contienen giros que pueden sorprenderte, pero solo si no has estado atenta. Así que recomiendo una lectura pausada y prestando especial atención a los detalles. En realidad, yo disfruté más la segunda vez que lo leí, ya tratando de enfocar esta reseña, que la primera. Por eso seguramente cuando la publique y la enlace en GoodReads, le añada una estrellita.

Por otro lado, aunque en la Palestina de la novela se habla un idioma nuevo, el judeo, evolucionado a partir de la combinación del yiddish, el hebreo y el idioma local africano, el texto contiene bastantes términos en hebreo, como sefirot, las sendas que transitan entre los múltiples universos, por lo que la traducción no debe haber sido precisamente fácil. Así que procede felicitar a Alexander Páez por el resultado final, pues el libro se deja leer con facilidad y, aunque no hay notas a pie de página, tampoco son realmente necesarias, pues muchos de los significados se comprenden por el contexto –y, si no, ahí está Google.

Para terminar la reseña, solo me queda comentar que la novela viene precedida por un cariñoso prólogo de Silvia Moreno-García y un sensorial postfacio de Nieves Mories. No me saltaría ninguno de los dos.

En definitiva, una novela especulativa por definición, acerca del pueblo judío, del estado israelí y de la legitimidad, o todo lo contrario, de la ocupación de territorios ajenos, que aprovecha la infinidad de posibilidades que ofrece la ciencia ficción a través de los universos múltiples, y que contiene además un fino juego metaliterario, de confusión entre realidad y ficción –o entre realidades alternativas– muy del gusto del autor, y del mío.

3 comentarios

Deja una respuesta

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.