
- Título: Verano del 99
- Autora: Yolanda Camacho
- Editorial: Obscura
- Formato: rústica con solapas
- Disponible en e-book: sí
- Nº de páginas: 243
- Ilustración de cubierta: Susana Vilchez
- Fecha de publicación: febrero de 2023
- Fecha de lectura:
- Enlace de compra: web de la editorial
Hoy quiero hablarte de este libro de Yolanda Camacho, autora que ya participó en la antología Obscura 2. Diez relatos (Obscura Editorial, 2021) con un cuento que, en cierto modo, creo que comparte algunas características con esta novela. Lo que he leído de esta autora en general, y Verano del 99, en particular, se inscribe en una corriente muy actual dentro del género en castellano, que utiliza las herramientas del terror para tratar temas sociales o conflictos personales, más allá de la mera intención de asustar u horrorizar al lector.
Algunos ejemplos que he leído recientemente y que encajarían también en esta línea serían ¿Quién cuidará de ti? (Triskel, 2020) –en el momento de escribir estas líneas, se prepara una nueva edición en Literup–, de Verónica Cervilla o el último premio Domingo Santos de novela, No soy tu casa (Premium, 2022), de Rocío Remesal.
El protagonista de Verano del 99 es Leo, un joven gay gótico, amante del cine de terror y de la música siniestra y oscura, que viaja desde Zaragoza hasta un pueblo costero del mediterráneo para pasar unos días con su amiga de la infancia, Sonia. Ya te imaginas que el pobre no se las promete muy felices: ¿cómo puede sentirse un joven gótico en un pueblo de sol, playa y discotecas? Pues como un bicho raro, alguien totalmente fuera de lugar. Y este es, precisamente, uno de los temas principales que trata la novela: la consciencia de la propia diversidad respecto al canon establecido y la búsqueda de un lugar y una forma de encajar en un mundo que se muestra hostil con los que son «diferentes».
Leo parece encontrar ese lugar y ese entorno en un nuevo local sin nombre que acaba de abrir a las afueras del pueblo. Allí se reúnen jóvenes de aspecto gótico y siniestro a beber, bailar y escuchar música de Bowie, Placebo, Clan of Xymox, Joy Division… Leo hace nuevos amigos, con gustos parecidos a los suyos, y comienza a sentir una intensa atracción por Sebastian, uno de los responsables del local.
Como ves, la premisa no es precisamente aterradora, pero desde el principio se menciona la desaparición de una joven y Leo pronto descubre que los asiduos al pub la conocían y que probablemente saben más de lo que están contando, tanto al propio Leo como a la policía. Alrededor de la desaparición de Marina y de ciertas fiestas privadas que se celebran en el local después del cierre parece haber un extraño pacto de silencio.
Verano del 99 es uno de esos libros en los que el grado de tensión va aumentando despacio a medida que avanzan los capítulos. Comienza como una historia sencilla de jóvenes que disfrutan sus vacaciones, en la que el conflicto principal parece ser la falta de sintonía entre Leo y la pandilla de su amiga Sonia. Sin embargo, el silencio general sobre la desaparición de Marina, la intervención de un misterioso personaje que busca tanto a la joven como a su ex-pareja y, sobre todo, la extraña fascinación que Sebastian, sus socios y las fiestas privadas ejercen sobre todos los jóvenes asiduos al pub van tejiendo de forma gradual un ambiente de misterio y cierto impreciso pero indudable peligro.

Precisamente esa atracción irracional y tan poderosa que resulta inevitable a pesar de las señales de peligro es uno de los elementos más destacables de la novela –tanto, que me ha inspirado el título de la reseña–. En este aspecto resulta innegable la influencia de Anne Rice y sus sensuales personajes, fascinantes a pesar de, o quizás debido a, su faceta más perversa.
Como ves, Verano del 99 es una novela con muchas capas. Hay una chica desaparecida, cuya suerte solo se revelará al final del libro, así que puede leerse como un thriller o historia de misterio. La mayoría de los personajes son jóvenes y las relaciones entre ellos –amistad, amor, celos, rencillas varias– tienen bastante peso en el conjunto y la autora las aprovecha para tratar temas que, en mayor o menor medida, suelen preocupar a los jóvenes que acaban de superar la adolescencia: la propia imagen, el amor y el sexo, las relaciones con sus iguales y la diversidad frente a la «normalidad».
Por otro lado, una constante en la vida de todo joven que se precie es la música. De hecho, cada «tribu urbana» se identifica con distintos estilos musicales y tiene sus propios artistas fetiche. Y eso es algo que la autora ha tenido muy presente. Las menciones a canciones e intérpretes de rock gótico o dark wave son frecuentes a lo largo de la novela y, para ayudar al lector a meterse en el ambiente y crear la atmósfera adecuada, el libro cuenta con un código QR que enlaza una playlist de Spotify, elaborada por la propia Camacho, en la que se pueden escuchar todas las canciones mencionadas.
Pero Verano del 99 es, ante todo, una novela de terror. Como decía, el horror tarda en manifestarse, pero es algo que está latente en todo el libro: tras la aparente normalidad de un bar de copas donde se reúnen jóvenes con gustos parecidos se respira una amenaza indefinida, cuya naturaleza puede resultar más o menos evidente a los lectores –sobre todo a los fans de Rice–, aunque los personajes se nieguen a aceptarlo porque «esas cosas solo pasan en las películas». Pero, cuando aparece, el horror lo hace de la forma más salvaje y desatada.