Intermnemosis

Hoy vengo a contarte cositas sobre Intermnemosis, de Celia Corral-Vázquez, novela ganadora del V Premio Ripley –segundo de novela–, convocado por el Portal del escritor a iniciativa de su directora, Diana P. Morales, y publicada por Crononauta en esta «segunda época» del premio, tras la triste desaparición de Triskel Ediciones, encargada de los volúmenes anteriores –tres de relatos y el primero de novela–. Empezaré contándote de qué va la novela y después comentaré lo que más me ha gustado.

Contexto y argumento

Intermnemosis se sitúa en un futuro lejano en el que la actividad humana ha provocado tal catástrofe medioambiental en la Tierra que el final parece inminente. Por otro lado, ha habido un primer contacto con una raza alienígena, las siderales, localizada en principio en un planeta de características compatibles con la vida humana, aunque al poco tiempo se pierde todo rastro de ellas. Una de las posibilidades que se baraja es que las siderales hayan emigrado de forma masiva a otro planeta donde también podrían vivir los humanos, así que localizarlas se convierte en la única esperanza de supervivencia para la humanidad.

Toda la acción de la novela ocurre en una nave espacial, equipada para la investigación con material biológico potencialmente peligroso. La tripulación de la nave está compuesta por integrantes de un grupo de activistas medioambientales, una científica secuestrada y… una sideral cautiva, el único ejemplar que no ha desaparecido con el resto de su especie. Este grupo tiene sus propios planes para encontrar el planeta de destino de las alienígenas. Y digo «planes», en plural, porque entre sus miembros hay cierta variedad de opiniones.

El novum

Precisamente en uno de esos planes se encuentra el novum de la novela y el «palabro» que le da título: la intermnemosis. En ese futuro lejano, se ha conseguido realizar con éxito la «transferencia molecular de recuerdos» entre individuos –seguramente en esta idea tenga mucho que ver el doctorado en biología celular de la autora–, aunque aún no se ha pasado de la fase de experimentación con animales. Solo existe un caso previo de intermnemosis entre humanos y, desde luego, realizado de forma clandestina.

El plan principal de VidP –así se llama el grupo activista al que pertenecen los protagonistas de esta novela– consiste en transferir los recuerdos de la sideral a Darsha, una de sus ingenieras. Si el procedimiento aún no está convenientemente contrastado entre humanos, ni entre especies animales diferentes, ¿qué puede ocurrir si se lleva a cabo entre una humana y una alinenígena? ¿Y si esta alienígena, además, pertenece a una especie que parece poseer una mente colectiva, como la de las colmenas? ¿Qué podría salir mal?

La idea de la transferencia de memoria no es nueva en la literatura de ciencia ficción, más bien se trata de un tema recurrente en este género –aunque a mí, ahora mismo, solo se me ocurren novelas donde hacen «transplantes de cerebro», o guardan memorias en chips que después se implantan en otros cuerpos, que no es de lo que hablamos aquí–. De hecho, ya existen trabajos y experimentos en este campo, como este –con caracoles–. Si te lees el artículo, además, encontrarás pistas sobre lo que propone Celia en esta novela. Pero el hecho de realizar esa transferencia desde una mente alienígena sobre la que nada se sabe hacia una receptora humana, con todos los riesgos que conlleva, da pie a la autora para plantear multitud de cuestiones interesantes. Así, por ejemplo, da una vuelta de tuerca a «la mirada extraña», que se vuelve hacia el interior de las dos especies que «se miran».

Interesantes añadidos

Solo la idea de que una humana sea capaz de recordar las vivencias de una alienígena ya me parece una idea lo suficientemente interesante para disfrutar de una buena historia de ciencia ficción. Pero Intermnemosis contiene elementos que le dan cierto valor añadido.

El primero que quiero destacar es el del respeto a la diversidad que transmite. No solo por incluir un personaje no binario o relaciones LGBT+, que también, sino por otros temas que se tocan en la novela. Y en muchos de ellos resulta central un personaje concreto, Veda, la hermana de Darsha, que permanece muda desde que sufrió un traumático accidente.

Por un lado, y de forma bastante natural, es Veda la que se relaciona de una forma especial con la alienígena cautiva. Es la encargada de llevarle la comida y, precisamente a través del respeto al extraño comportamiento de la sideral, de su empatía y sus dotes de observación consigue establecer un rudimentario sistema de comunicación con ella. Las escenas en las que ambas van aprendiendo a expresar ideas y conceptos con abalorios te recordarán obras como La historia de tu vida, de Ted Chiang (Alamut, 2019), La montaña en el mar, de Ray Nayler (Nova, 2023) o Herederos del caos, de Adrian Tchaikovsky (Alamut, 2023). No me puedo resistir a mencionar aquí el conmovedor momento en el que aparece el concepto de soledad.

Por otro lado, el comportamiento de Veda, introspectiva, retraída e incapaz de emitir palabra, provoca la desconfianza y el choque con Eris, otro miembro de la tripulación. Los pasajes en los que se producen estos «enfrentamientos» me han resultado especialmente incómodos, al conseguir que me ponga en la piel de Veda y sienta la actitud y los requerimientos de Eris como lo que verdaderamente son: agresiones. Sin violencia física, pero agresiones al fin y al cabo, por falta de empatía y respeto a la «otredad» de Veda. Supongo que esa era precisamente una de las intenciones de la autora al escribir esos párrafos, así que: ¡objetivo conseguido!

La forma de la narración también tiene su interés. Aunque es una novela con pocos personajes –siete tripulantes y la alienígena–, hay tres de ellos que resultan centrales, y desde cuyo punto de vista se nos cuenta lo que pasa. Los capítulos narrados por Antía, la científica experta en intermnemosis secuestrada por el VidP, están escritos en primera persona. Los de Darsha, en tercera y los de Veda, en segunda, lo que contribuye notablemente, en este último caso, a crear esa complicidad y empatía con el lector de la que hablaba antes. Al menos, con esta lectora.

Además, la autora ha optado por usar el femenino plural inclusivo en toda la novela, lo cual en parte es lógico, porque en la tripulación solo hay un personaje masculino, pero supongo que la intención es mucho más general, pues se extiende a las alienígenas, las siderales, de las cuales también se habla siempre en femenino, aunque no hay alusión –que yo recuerde– a si tienen sexos o géneros distinguibles para los humanos o no. Cosa que, por otro lado, tampoco importa a efectos de la narración. Como señora de cierta edad que soy, aún me sorprende encontrarme textos que se alejan de las normas de la RAE, pero en mi favor diré que cada vez menos y que al menos ya no me chirrían como al principio. En el caso de Intermnemosis apenas me costó un par de páginas habituarme a ese femenino inclusivo y siempre me parece una opción valiente y necesaria.

Por último, pero no menos importante, tengo que mencionar el papel de Antía. A lo largo de todo el libro aparecen veladas alusiones a su pasado, a algo que hizo y por lo que podría ser perseguida o castigada en la Tierra. Es algo así como una historia secundaria en la novela, pero que me trajo de cabeza hasta el mismísimo final. Y eso me encanta.

En resumen, Intermnemosis es una novela sobre la extrañeza, la diversidad y la soledad. También sobre la empatía y el respeto al prójimo, por extraño que nos resulte. Contiene además un novum muy claro y científicamente plausible, su puntito de denuncia ecologista y una historia secundaria que, seguramente, te sorprenderá como a mi.