
- Título: Todas y cada una de las chicas de la curva
- Autora: Gwendolyn Kiste
- Editorial: Dilatando Mentes
- Formato: rústica con solapas
- Disponible en e-book: no
- Nº de páginas: 163
- Traducción: José Ángel de Dios
- Ilustración de cubierta: Ah Taut
- Fecha de publicación: septiembre de 2024
- Fecha de lectura: enero de 2025
- Enlace de compra: web de la editorial
Gwendolyne Kiste se ha convertido en una autora tremendamente popular entre el público español desde que Dilatando Mentes nos la «descubrió», en plena pandemia, con su novela Las doncellas de óxido (Dilantando Mentes, 2020), premiada con el Bram Stoker. Desde entonces, ha publicado en España, con la misma editorial, la novela corta Plumas y consuelda (Dilatando Mentes, 2022) y la colección de relatos Y su sonrisa desligará el universo (Dilantando Mentes, 2023), además de algunos cuentos sueltos en distintas plataformas de mecenazgo, como el finalista en la categoría Mejor Cuento Extranjero en los premios Ignotus 2021, Las ocho personas que me asesinaron –disponible en la antología Abrazando la revolución (Crononauta, 2022).
En Todas y cada una de las chicas de la curva, Kiste propone algo que me pareció muy interesante: se basa en leyendas urbanas y personajes de canciones infantiles para contarnos una historia de fantasmas desde el punto de vista de los fantasmas. Pero antes de hablar de esa historia, quiero detenerme un momento en el título original del libro y en su traducción al castellano porque, aunque pueda parecer que no tienen nada que ver en principio, me ha parecido una decisión muy acertada por parte del traductor y editor, José Ángel de Dios.
El título en inglés de la novela es Pretty Marys all in a row, que podría traducirse de forma más literal como Todas la encantadoras Maris en fila, Una Mari encantadora detrás de otra, o algo así. Las «Maris» a las que se refiere son Resurrection Mary –la que todos conocemos como La Chica de la Curva–, Bloody Mary –la que aparece si la llamas tres veces ante el espejo, tradición muy anglosajona pero que nos ha llegado a través de innumerables obras literarias y cinematográficas– y otras tres Marys menos conocidas en nuestro país: Mistress Mary, Quite Contrary es el comienzo de una rima infantil sobre flores y jardines, aunque se discute si puede contener un significado político o religioso –puedes escucharla aquí–; Mary Mack también inicia una canción infantil que puedes escuchar aquí; y la última Mary, Mary Lwyd, procede de una tradición navideña galesa, en la que se pasea por las calles un cráneo de caballo.

Como ves, de todas las Marys solo dos son conocidas por el gran público en nuestro país y de ellas una, La Chica de la Curva, no la identificaríamos como una «Mary». Por esto creo que el título elegido en castellano es un gran acierto: nos lleva directos a pensar en leyendas urbanas como la del fantasma que se aparece a los conductores nocturnos, pero al mismo tiempo nos previene de que no hay una sola chica fantasmal, sino varias. Por cierto, de todas estas Marys he buscado información en Internet, pero Todas y cada una de las chicas de la curva contiene un valioso postfacio, obra del editor, y alguna nota a pie de página, con las explicaciones pertinentes para que el lector ignorante –como yo misma– no se pierda entre tradiciones y canciones ajenas.
Y ahora sí, vamos al lío. ¿De qué va Todas y cada una de las chicas de la curva? Las cinco Maris de las que te acabo de hablar son fantasmas o espíritus cuya única finalidad aparente es asustar a los mortales. «Viven» juntas en una desvencijada casa encantada, de la que salen cada noche a buscar presas a las que aterrorizar para regresar de madrugada y compartir una cena en la que el plato único es el miedo que entre todas hayan podido recolectar. Durante el día… simplemente desaparecen.
¿Alguna vez te has preguntado qué se siente al ser un fantasma? Seguro que Gwendolyn Kiste sí, y la respuesta que ha imaginado no puede ser más peculiar. En Todas y cada una de las chicas de la curva le da voz a Rhee, narradora en primera persona. En su versión «fantasmal» resulta verdaderamente aterradora. Pero guarda en su interior multitud de preguntas sin respuesta, inquietudes muy humanas y, sobre todo, dudas existenciales. NInguna de las Marys recuerda nada sobre su pasado o sobre cómo llegaron a convertirse en lo que son. Solo saben que, si quieren «sobrevivir» deben provocar miedo a los vivos, porque de eso se alimentan.
A partir de esta premisa, Kiste teje una historia de lucha y superación, en la que hay un villano, una sombra siniestra que amenaza a las cinco Marys –¿qué puede ser capaz de aterrorizar a los más terroríficos fantasmas?–, pero también mucha sororidad entre las incorpóreas protagonistas, como viene siendo habitual en los textos de esta autora.
Sacudo la cabeza porque así somos nosotras, nuestra familia al completo. Somos una casa rebosante de Marys, de Chicas de la Curva, de fantasmas, el mortero que nutre las leyendas urbanas y rimas infantiles más desquiciadas. No sabemos cómo hemos llegado hasta aquí y no sabemos cómo abandonar este lugar.
Todas y cada una de las chicas de la curva, pág. 35

Además de la prosa envolvente y sugerente a la que Kiste nos tiene acostumbrados, creo que merece la pena destacar de este libro la forma en que su autora retuerce rimas o personajes aparentemente inofensivos para convertirlos en algo aterrador. Tanto la chica de la curva como Bloody Mary son conocidas leyendas urbanas dirigidas a asustar al personal, pero ¿la rima de Mistress Mary, Quite Contrary? Si has visto el vídeo que enlacé más arriba, no creo que te sugiera nada espeluznante, como tampoco la canción de Mary Mack. Mira, en cambio, lo que hace Kiste:
«Ama Mary, tan contradictoria… ¿Cómo crece tu jardín?» Desde luego, no con campanillas de plata y conchas marinas, eso seguro. Más bien con púas, veneno e insultos.
Todas y cada una de las chicas de la curva, pág. 33
En el comedor no estoy sola. Mack ya está colocando una copa de hueso por cada cubierto. Tiene los dedos en carne viva y huele a tierra, a clavos oxidados y a ramos funerarios de claveles marchitos. Ha vuelto a trabajar en el sótano. Probablemente esta noche ha vuelto pronto a casa solo para ir a trabajar. Todas las noches, durante más de una vida, ha estado ocupada construyendo lo mismo: un ataúd. Su propio ataúd.
Todas y cada una de las chicas de la curva, pág. 30
A pesar de tan terroríficas descripciones, los fantasmas creados por Kiste resultan muy humanos, como comentaba al hablar de Rhee. Resulta curioso cómo, después de corromper las rimas infantiles más inocentes, la autora vuelve a «humanizar» sus creaciones, consiguiendo no solo que esta lectora empatice con ellas, sino convirtiéndolas en las heroínas de su propia historia.
En definitiva, Todas las chicas de la curva es una novela corta que se inspira en leyendas urbanas y canciones infantiles para componer una historia sobre aterradoras mujeres-fantasma que se rebelan contra su cruel destino. Quienes lean esta novela dejarán de temer a la chica de la curva para amarla sin reservas. Ella lo merece. Todas lo merecen.