
- Título: La danza de los árboles
- Autor: Pau Ferrón Gallegos
- Editorial: Dilatando mentes
- Formato: rústica con solapas
- Nº de páginas: 175
- Disponible en e-book: no
- Ilustración de cubierta: José Antonio Ávila
- Fecha de publicación: enero de 2022
- Fecha de lectura: febrero de 2022
- Enlace de compra: web de la editorial
Pau Ferrón es un joven escritor y rolero al que conocí literariamente por su cuento Una desaparición en la familia, publicado hace muy poco en la segunda antología de Caja de Letras, Estudio de la penumbra (El Transbordador, 2021), cuya reseña puedes leer aquí mismo.
La danza de los árboles es su debut en el formato novela y, cuando la editorial Dilatando Mentes anunció su publicación, enseguida llamó mi atención, así que lo leí en cuanto llegó a mis manos. Y tengo que decir que una vez empecé no pude parar, así que cayó prácticamente del tirón, lo cual creo que es el mejor piropo que se le puede echar a un libro.
Dicho esto, toca extenderse un poco más en las razones de esa conexión inmediata y esa abducción entre las páginas de la novela de Pau Ferrón. Por resumirlo en una frase, creo que es un libro que tiene todo lo que debe tener una buena novela de fantasía y, además, lo tiene perfectamente armado y estructurado. Vamos por partes. ¿Qué nos gusta a los lectores y lectoras de fantasía encontrar en los libros?
Un mundo original y bien construido
En esta novela la humanidad vive «a bordo» de árboles que flotan entre nubes de gas. No se sabe si más abajo hay tierra o no, el mundo de cada comunidad humana se reduce a su propio árbol y a los esporádicos encuentros con otros árboles y sus habitantes. Cada árbol es un ecosistema completo y algo así como una nación, con identidad y leyes propias.
Además de la originalidad de la idea, resulta interesante cómo el autor ha pensado en todos los detalles que rodean la vida de las personas en ese entorno tan poco habitual: en la novela quedan perfectamente reflejadas la estructura social, política y económica, los métodos y materiales empleados en la producción de bienes, en la alimentación y el vestido –piensa qué se puede encontrar y qué no en un árbol– e, incluso, las relaciones exteriores y diplomáticas. Todos estos aspectos están perfectamente detallados –no sobreexplicados– al hilo de la historia.
Una trama que atrape
De este elemento anda sobrada La danza de los árboles, como ya dije un poco más arriba. Tenemos a la comunidad que vive en el árbol Eligos enfrentada a un problema de difícil solución, derivado de las necesidades biológicas de su «territorio» –¿o debería decir «arbolorio»–: Eligos quiere aparearse con otro ejemplar de su misma especie, lo cual puede suponer la muerte para todas las personas que lo habitan. En este punto, la referencia a Mundodisco y la tortuga Gran A`Tuin es inevitable –y reconocida por el propio autor en sus notas finales.
Pero no solo eso: la comunidad sufre también ciertos problemas internos. En poco tiempo ha perdido a alguno de sus dirigentes, y la ambición y falta de escrúpulos de ciertos personajes origina una encarnizada lucha por el poder, llena de traiciones y triquiñuelas, que empaña las prioridades y dificulta la toma de decisiones, complicando aún más la situación.
La manera en que se desarrollan los acontecimientos –sé que esta frase es perfectamente ambigua y no dice nada, pero de eso se trata – hace que los personajes deban correr una carrera contra el reloj –biológico– y así tanto el ritmo de la novela como las escenas de acción van en un imparable crescendo hasta un final, no por parcialmente previsible, menos trepidante y satisfactorio.

Personajes creíbles y bien perfilados
En La danza de los árboles tenemos un personaje protagonista –con permiso del propio Eligos–, Evo, un joven moldeador –algo así como un ingeniero o arquitecto de árboles, aunque no exactamente– miembro de una de las familias más perjudicadas por la crisis política que agita a la comunidad arbórea. Sus parientes confían en él para recuperar la posición social y el poder perdidos, lo cual parece chocar con su deseo de ser útil a la comunidad anteponiendo siempre el bien común.
Al protagonista le acompañan diversos secundarios, con papeles de distinta relevancia en la historia, entre los que mencionaré solo algunos: Vatesa, otra moldeadora y la némesis de Evo; Piraba, la fría y calculadora administradora de Eligos; los amigos de Evo, todos ellos moldeadores como él… Todos los personajes mencionados tienen rasgos de personalidad que los distinguen, aparte de otras características o atributos que les dan prestancia y valor narrativo.
Lo cierto es que, para lo breve que es la novela, la profusión de personajes es notable, lo cual aconseja prestar especial atención a los nombres, sobre todo al principio, cuando el lector aún no tiene perfectamente controlado el «quién es quién».
Un fondo no banal
Esto es algo que probablemente no siempre sea exigible en una novela. La literatura de mero entretenimiento y sin pretensiones de profundidad es perfectamente aceptable y necesaria. Pero a mí en particular me gusta encontrar en los libros cuestiones que hagan reflexionar sobre algún tema, el que sea, el que preocupe al autor en el momento de escribir o sobre el que quiera llamar la atención.
Como habrás podido imaginar por el tipo de mundo que propone Pau Ferrón, el tema subyacente en La danza de los árboles es la relación del ser humano con la naturaleza, encarnados en este caso en un árbol y su comunidad habitante. No quiero extenderme mucho más sobre el asunto porque podría terminar dando demasiada información sobre lo que ocurre o deja de ocurrir en la novela, pero sí diré que el tema es de innegable relevancia en los tiempos que corren y que la forma en que el autor lo aborda –con la creación de este mundo tan fantástico y completo– y resuelve –esta es la parte que me callo– demuestra una enorme sensibilidad ecológica y literaria.
Como ves, La danza de los árboles es un libro que lo tiene todo. No se le puede pedir más. Lo sorprendente es que se trate de una primera novela. Así que, como debut en el género, me parece fantástico.
Como suele ser habitual, la novela cuenta con un cariñoso prólogo de Concha Perea y Jordi Noguera, responsables de la escuela de escritura Caja de Letras –y, por lo tanto, también culpables en parte de la calidad literaria de esta novela como profesores del autor– y postfacio de Manuel Reyben que, al parecer, desempeñó algún papel adicional en la publicación de la novela.